
Hace tiempo venimos viendo y escuchando
discursos acerca de la necesidad de generar
cambios en la política argentina, entre los
cuales están quienes dicen que la única
manera de cambiar nuestra realidad social
y económica es el «que se vayan todos».
Se ha instalado muy fuerte el discurso de la
antipolítica cuando, quienes levantamos la
bandera de la democracia, entendemos
que es justamente todo lo contrario lo que
necesita la Argentina. Ahora bien, decimos
una democracia honesta, real y equitativa,
que ponga a la gente y al bien común
delante de los intereses partidarios y
sectarios y que respete las instituciones y
por sobre todo nuestra Carta Magna.
La antipolítica no es la solución,
necesitamos de manera urgente una
reestructuración del cómo, de las formas,
de la seriedad en el hacer y en la toma de
decisiones, coherencia entre el decir y el
hacer, pero forjando que la única manera
de transformar es a través de la política -en
el más amplio de los sentidos-.
La política es y será siempre la entrada y
salida a los problemas de la sociedad, ahora
bien, ¿qué entendemos por política? La
política es la ciencia de la gobernación de
un Estado o nación, y también un arte de
negociación para conciliar intereses.
El término proviene del latín politicus y este
término del griego politiká, una derivación
de polis que designa aquello que es público,
o politikós, que significa ‘civil, relativo al
ordenamiento de la ciudad o los asuntos
del ciudadano’, y en un sentido más amplio,
el término política puede ser usado como
un conjunto de reglas o normas de una
determinada institución.
Entonces debemos preguntarnos:
¿Realmente la antipolítica es la clave para
los cambios que necesita nuestro país?
En lo personal y como generación que cree
y hace política, entiendo que el desafío es
nuestro pero la responsabilidad de la
situación actual y el descreimiento hacia la
clase política es de quienes nos anteceden,
aquellos que, si bien lucharon por alcanzar
la democracia, levantaron banderas de los
Derechos Humanos, y pelearon juntos en
los momentos más oscuros y sombríos de
nuestra historia no han sabido entender
que la política es vocación de servicio y no
a la inversa.
Los y las jóvenes somos presente y futuro,
nos involucramos y defendemos causas,
pero lo cierto es que poca participación
real hemos tenido hasta aquí y, quienes
levantan la voz de la anti política
haciéndonos creer que son «lo distinto»,
«lo diferente a la casta política»,
aprovechándose del descontento de la
ciudadanía, sólo pretenden debilitar el
sistema político. Pero, como todo cae por
su propio peso, solo basta con ver
actitudes y conductas para darnos cuenta
que no hay un plan y que sólo son
discursos vacíos de contenido y de
enfrentamientos entre argentinos.
Como conclusión podemos decir que la
solución no es «que se vayan todos», la
solución es «que se INVOLUCREN todos».
Con esto quiero señalar la importancia de
hacer política cada uno desde el lugar en
el que nos toque estar, las organizaciones
intermedias levantando banderas y causas
nobles, las comisiones barriales que
realizan gestiones para mejorar la calidad
de vida de los vecinos y vecinas, nuestro
grupo de amigos y amigas, etc.
Este es el desafío y debemos entender
como generación que garantizar que nos
representen las mejores mujeres y
hombres es nuestra responsabilidad y que
solo juntos y trabajando con perspectiva
generacional podremos lograrlo.